Íbamos a visitar a la familia de B. G. L. en su casa de verano. No sé a dónde estábamos pero el complejo de casas era precioso. A ellos les había tocado la casa principal, que tenía la mejor pileta de todas. Una terracita, dos pisos y, aparentemente, que costara 36 mil dólares la quincena era económico. O al menos así me lo hacía pensar mi madrina G. R. de Z. cuando, en su propia casa de veraneo, yo les contaba de este complejo y lo hermoso que era. Había mucho verde, hacia calor, era pleno verano en una región desconocida para mi. Yo hacia una carrera con B. para ver quién llegaba primero a la piscina. Llegábamos al mismo tiempo pero yo, por temor a patinarme, me frenaba antes de saltar. Y ella me ganaba. Entonces, nos agarrábamos a los escalones de la pileta. Estaban medios despintados. Mi hermano agarraba un pincel grueso y una pintura que imitaba la madera. Yo me ponía a pintar y él hacía lo posible por arruinar lo que yo estaba haciendo. Le tiraba agua, le dejaba marcados los pies. Aparecía mi mamá y me decía que ella también se había sentido tentada por esa nueva pintura y por los escalones un tanto descuidados. Yo veía que mi hermano no estaba enojado sino triste. Y entonces entendí que él quería terminar de pintar los escalones. Le di las herramientas. B. me preguntaba si era normal que algunas partes quedaran más claras. Yo le aseguraba que, en efecto, así era. Después de un par de manos de pintura iba a quedar mucho mejor. Al rato, mi hermano (que era pequeño en mi sueño) salía corriendo en dirección a la pileta del vecino. Luego, se ponía a conversar con un niño y, cámara fotográfica (de las profesionales) en mano, invitaba a su nuevo amigo a sacar fotos del paisaje. Mi mamá lo iba a retar pero yo le decía que lo dejara disfrutar. Entonces, pasó la cosa más rara. Llegó un famoso en una suerte de colchoneta con agarradera para los pies. La dejaba atada, flotando en el mar, subía unos escalones torcidos de madera semiputrefacta y aparecía en el complejo. Creo que el famoso era Owen Wilson. Mi papá se encargaba de dirigir toda la "operación". Numerosos barcos comenzaron a surcar las piscinas con la gente del complejo y más personas que se iban sumando. Un par de hombres le decían a mi papá que por qué no trataba él de conquistar a alguna mujer, por ejemplo, a mi. Que horror. No sabían que yo era la hija. Mi padre, sumido en sus pensamientos, no les respondía. Las piletas se abrían y se convertían en un enorme océano. Iban todos en dirección a una fiesta o un evento, no lo sé. Pero iba a ser una gran sensación. Yo iba en el barco más pequeño con mi papá, el famoso y los guardaespaldas. Los vidrios eran polarizados. De las embarcaciones vecinas muchas mujeres gritaban que querían saber quién era el famoso. Pero nadie les contestaba. Entonces, un amigo de mi papá me empezaba a coquetear pero así, al estilo señor mayor ... esto es con mucho respeto y sin segundas intenciones. Yo le aclaraba que era la hija de C. F. y todos se echaban a reir. ¿Por qué nadie les había dicho antes?. Estábamos navegando cerca de la orilla y yo veía una chica que con la boca iba seleccionando unas bolitas de colores e iba sumando puntos. Luego, se llevaba un montón de premios. Yo quería jugar. Me bajaba del barco y hacía millones de puntos. Me tomaba una Coca (uno de los premios) y, cuando decidí tirarla, me equivoqué y tiré el agua tónica llena (que también me había ganado. Cargaba en mis manos barritas Kinder, gomitas, mashmellows y muchas más golosinas. No me daban las manos. La máquina se trababa cuando intentabas sacar más de lo permitido por tu puntaje. Aparecía otro amigo de mi papá que le anunciaba que había habido alguna que otra complicación con el traslado del famoso. Yo estaba desesperada porqjue se me caían las golosinas de las manos. Papá le deciá que no le importaba eso, que ahora me tenía que ayudar. Salía corriendo y volvía con dos bolsas. Después, le contaba lo que me había pasado con la tónica. Intentábamos burlar a la máquina. Yo levantaba el disco de metal que no dejaba sacar más y papá hacía un esfuerzo por conseguir el agua. Cuando estábamos próximos a conseguirlo, apareció una empleada. Enseguida le explicamos la situación y, aunque dudó, nos terminó dando la botella de mi bebida preferida. Salimos para tomar el barco y ... me desperté.
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1.03.01